Por: Oscar García Rodríguez
1. INTRODUCCIÓN
No es aconsejable, desde la perspectiva espírita, abordar los temas de conocimiento espiritual de forma gratuitamente especulativa. Las herramientas de la razón, la lógica y el sentido común, unidas de la mano con la sensibilidad, son imprescindibles a la hora de lograr el entendimiento buscado. Con ellas se ha de proceder a una reflexión profunda y constructiva sobre la base de informaciones contrastadas y el aval de las experiencias, tanto personales como ajenas. De ahí que en este tema que hemos titulado “Protectores y Guías Espirituales” no vayamos a inventarnos nada; nos limitaremos a seleccionar informaciones, las compararemos y contrastaremos, las sintetizaremos y ordenaremos pedagógicamente para así elaborar un cuadro amplio, clarificador y lo más entendible posible del asunto propuesto. Este es el objeto primordial de nuestro estudio, pero junto a ello y como telón de fondo permanente, buscamos también aportar nuestro granito de arena en la labor de difusión, motivación y sensibilización con relación a la realidad del espíritu inmortal.
2. ANTECEDENTES
Para encontrar evidencias de la existencia del concepto de seres espirituales personalizados, hemos de remontarnos hasta la prehistoria, ya que en yacimientos arqueológicos se han encontrado símbolos totémicos que evocan la concepción de seres espirituales individuales. Posteriormente, hace unos 5.000 años atrás, con el surgimiento de las ciudades-estado, los dioses oficiales se identificaron con la religión del estado. Estas deidades estaban alejadas de la gente y con frecuencia inspiraban miedo. Por esta razón las deidades personales y familiares adquirieron gran importancia en la vida diaria de las personas, pues les brindaban acogimiento y protección. Estas deidades personales actuaban como guardianes para individuos y familias y a ellas se podía apelar en momentos de crisis; las tradiciones y creencias referidas a estas concepciones se han trasmitido a través de los siglos y los milenios y han llegado hasta nuestros días.
Seguidamente vamos a describir ciertas tradiciones de algunos pueblos y civilizaciones del pasado, que reflejan la creencia en potencias invisibles protectoras y guías.
Comenzaremos con la civilización romana. Los dioses romanos eran tan numerosos que se ha llegado a decir que en Roma había más dioses que ciudadanos; para los romanos, cada acción o cada gesto de la vida se hallaba presidido por una divinidad diferente. Pero la mayoría de las divinidades romanas no eran, como los dioses griegos, dioses personales con una forma de vida y un carácter muy parecidos a los humanos, sino simples espíritus menores, que recibían el nombre colectivo de indigitamenta.
2.1.1. Lares, manes y penates
No obstante, existían algunas divinidades particulares de filiación muy antigua, y aunque las divinidades originalmente extranjeras fueron adquiriendo, con el paso del tiempo, cada vez mayor importancia en al vida social y religiosa de la ciudad, el culto romano permaneció apegado a sus divinidades tradicionales de origen ancestral.
Entre éstas tenían especial importancia los lares, que eran los espíritus deificados de los antepasados. Estos espíritus acogían bajo su protección a la familia de la que en un tiempo habían formado parte. Cada casa tenía su larario, que consistía en una pequeña alacena, situada en la estancia principal, que contenía las estatuillas representativas de estas divinidades a las que realizaban ofrendas.
Los manes eran, por su parte, los espíritus de los difuntos. Los romanos creían que era preciso alimentarlos para que se mantuvieran con vida y por ello depositaban regularmente comida en los enterramientos junto al cadáver y, posteriormente, al lado de la tumba.
Otro tipo de divinidades familiares eran los penates, es decir, aquellos poderes que velaban por la defensa y las provisiones de la casa.
2.2. Los griegos
En la mitología griega tenemos la figura del “dáimon”, que se suele denominar también “poder”, “lo divino”, “lo deiforme”, “el que reparte”, “un dios”, “genio”, “espíritu”, etc. La expresión tenía entre los griegos diferentes acepciones y tuvo cambios a lo largo del tiempo. Entre sus significados dentro de la religión y cultura griegas vamos a destacar dos:
- Con dicho término se designaba a las almas «divinizadas» de antepasados humanos que desde su situación de perfección y bienaventuranza ejercían sobre el mundo de los hombres una función de protección
- Igualmente se usaba para designar a seres divinos y semidivinos, intermediarios entre los dioses superiores y los hombres y mensajeros de los primeros.
Nos recuerda esta última acepción a la de los “ángeles” en el cristianismo. De hecho el término griego Agathodaimon, representa en la mitología helena a un dáimon benefactor que acompaña durante toda la vida a las personas y se manifiesta cuando es necesario, concepto que el cristianismo asimiló en su idea del “ángel de la guarda”.
2.2.1. El Dáimon de Sócrates
Según Platón (427-347 a. d. C.) los dáimones representan las almas de los muertos más sabios, por lo que merecen un lugar de privilegio en el otro mundo, los cuales actúan de mediadores entre los dioses superiores y los hombres, siendo mensajeros de los primeros. Son considerados como seres divinos y semidivinos. Esta idea resume las dos acepciones complementarias que escogimos atrás, en una sola y sin contradicciones.
Platón, dio una definición de dáimon al explicar de dónde procedía la sabiduría de su maestro Sócrates (470 – 399 a. d. C,). Éste afirmaba poseer una voz interna o dáimon que le indicaba qué había de hacer y qué no, revelándole la verdad de las cosas y las circunstancias de su existir.
Nos presenta Platón al dáimon como un ser individual que acompaña a cada hombre durante su vida. Cuando el ser humano muere, es el propio dáimon que lo acompañó en vida, quien lo conduce a su juicio post-mortem.
Platón también proporciona testimonios, que se apoyan en la tradición establecida durante el período de la grandeza de Delfos, donde muestra que el culto al dáimon era parte del dominio de este oráculo, del que sabemos que Sócrates tomó su célebre divisa “conócete a ti mismo”.
Sócrates declaraba que a él le acompañaba siempre un dáimon, independiente de su ser, con poderes sobrenaturales. Decía que escuchaba la voz del dáimon en su interior, lo que le permitía ponerse en contacto con él.
Sin negar la fuerza ni el carácter superior del dáimon, Sócrates no le adoraba servilmente, ni se entregaba a él sin más. Entendía al dáimon como alguien que siempre le disuadía de errores pero que nunca le daba órdenes. Se dejaba orientar por el dáimon, al que llama «voz profética dentro de mí, proveniente de un poder superior», o también «señal de Dios», la cual, después de advertirle, nunca le decía lo que debía hacer ni le presionaba. Es más, afirmaba que su dáimon exhibió mayor exactitud que cualquiera de las formas de adivinación que se practicaban en su época, y sostenía que todos los seres humanos poseemos un dáimon interior.
2.4. Pueblos andinos: los Aymaras
2.4.1. Achachilas
Entre los aymaras de los Andes, los achachilas eran los espíritus protectores, seres sobrenaturales de extrema importancia sólo superados por la gran diosa de la tierra, la Pachamama. Son los grandes protectores de las comunidades aymaras; habitan en las montañas y los cerros y abrigan al hombre. Básicamente existe una relación filial entre los aymaras y los achachilas, puesto que éstos son los espíritus de sus antepasados, que siguen habitando permanentemente cerca de su comunidad, vigilando a los suyos, compartiendo sus sufrimientos y dándoles sus bendiciones.
Los hombres les “pagan” por esto con respeto, oraciones y ofrendas. Dentro de los achachilas existen los grandes achachilas (representados por las grandes montañas de las cordilleras), que serían los grandes protectores de todo el pueblo aymara. Otros Achachilas están representados por los cerros que rodean las comunidades.
Confirmando lo anterior, otras fuentes que recogen estudios de las tradiciones aymaras, añaden que los achachilas son los hombres que se han dejado en la tierra para ayudar a su pueblo. Se le personifica como un anciano con vestimentas aymaras y barbas blancas. También suele comentarse que cuando va a ocurrir algún problema, hace soñar a la gente a fin de que esté prevenida
En el mundo espiritual, al margen momentos puntuales de seres que están en estadios inferiores, no existe la ociosidad sino el trabajo laborioso de acuerdo, sobre todo, al grado de adelanto alcanzado, así como a las capacidades, tendencias, inclinaciones y necesidades de cada cual. En relación a esto, la cuestión 569 de El Libro de los Espíritus, nos informa así:
– ¿En qué consisten las misiones que pueden tener a su cargo los espíritus errantes?
«Son tan variadas, que sería imposible describirlas, y además las hay que no podéis comprender. Los espíritus ejecutan la voluntad de Dios, y no podéis penetrar todos sus designios».
“Las misiones de los espíritus siempre tienen el bien por objeto. Ya como espíritus, ya como hombres están encargados de favorecer el progreso de la humanidad, de los pueblos o de los individuos en un circulo de ideas más o menos extenso, mas o menos especial, de preparar el camino a ciertos acontecimientos y velar por la realización de ciertas cosas. Algunos tienen misiones más restringidas y en cierto modo personales o del todo locales, como asistir a los enfermos, a los agonizantes, a los afligidos, velar por aquellos cuyos guías y protectores son, y dirigirlos por medio de sus consejos o sugiriéndoles buenos pensamientos. Puede decirse que hay tantas especies de misiones como clases de intereses que vigilar, ya en el mundo físico, ya en el moral. El espíritu adelanta según el modo como cumple su tarea”.
Estas informaciones sobre las ocupaciones de los espíritus en estado de erraticidad se completan en la cuestión 584 del mismo texto, donde se añade:
“Unos recorren los mundos, se instruyen y se preparan para una nueva encarnación.
Otros más adelantados se ocupan del progreso, dirigiendo los acontecimientos y sugiriendo pensamientos propicios; asisten a los hombres de genio que concurren al adelanto de la humanidad.
Otros se encarnan con una misión de progreso.
Otros toman bajo su tutela a los individuos, familias, reuniones, ciudades y pueblos de los que son ángeles guardianes, genios protectores y espíritus familiares.
Otros, en fin, presiden a los fenómenos de la naturaleza, cuyos agentes directos son.
Los espíritus vulgares se mezclan en nuestras ocupaciones y diversiones.
Los espíritus impuros o imperfectos esperan, entre angustias y tormentos, el momento en que le placerá a Dios procurarles los medios de progreso. Si hacen el mal, es por despecho del bien que no pueden aún gozar.”
4 PROTECTORES Y GUÍAS ESPIRITUALES
También en El Libro de los Espíritus, en las cuestiones 489, 490 y 491, se nos dice:
489 – ¿Hay Espíritus que se unen particularmente a un individuo para protegerle?
¡Sí, el hermano espiritual, al que vosotros llamáis el Espíritu bueno, o el genio”.
490 – ¿Qué debe entenderse por ángel guardián?
“El Espíritu protector de un orden elevado”.
491 – ¿Cuál es la misión del Espíritu protector?
“La de un padre respecto a sus hijos; llevar a su protegido al buen camino, ayudarle con sus consejos, consolarle en sus aflicciones y sostenerle en las pruebas de la vida”.
Así, pues, con la denominación de Guía o Protector Espiritual, se designa a aquel ser espiritual que tiene encomendada la tarea específica de amparar, ayudar y proteger a otro espíritu durante su fase de encarnado, siendo una más de las variadas tareas que ejercen los espíritus de cierto progreso. El guía espiritual es generalmente un espíritu cercano, afín o simpático, aunque también los hay que pueden desarrollar esta tarea como deber, como se nos recuerda en la cuestión 493 de El Libro de los Espíritus. “¿Es voluntaria u obligatoria la misión del Espíritu protector?”, pregunta Kardec, a lo que su espíritu instructor contesta: “El Espíritu está obligado a cuidar de vosotros; porque ha aceptado esta tarea; pero elige los seres que le son simpáticos. Para unos es un placer, para otros una misión o un deber”.
Todos nosotros, los seres encarnados, desde el salvaje y de moral inferior hasta seres adelantados espiritualmente, tenemos asignado un espíritu guía que vela por nosotros. Por definición el espíritu guía o protector es una entidad de mayor evolución que su protegido – no se entendería lo contrario, lo cual viene confirmado por lo que le dijeron los espíritus a Kardec según se refleja en la cuestión 514 de El Libro de los Espíritus, – y no es nada extraño encontrar vínculos de parentesco entre ambos, en ésta o en anteriores encarnaciones. Esto es debido a que la ley de afinidad y simpatía está envuelta en la determinación del guía espiritual que corresponde a cada ser encarnado, ley conjugada, evidentemente, con la de amor y justicia.
Este espíritu protector ejerce su tarea desde el nacimiento de su protegido hasta su desencarnación y en numerosos oportunidades le acompaña incluso en la vida espiritual, después de la muerte, y hasta en otras vidas.
Es ilógico pensar que un espíritu guía o protector tenga que ser necesariamente de una categoría evolutiva elevadísima, de por sí o sólo porque sea “nuestro” guía, un pensamiento que si se tiene descubre un tremendo sentimiento de vanidad. Para esto existe, también, una ley de jerarquía y de economía espiritual, que lleva a que cada ser realice sólo las tareas para las que está preparado, y de igual forma que es un dispendio de recursos innecesario que sean los catedráticos los que den clases al nivel de primaria en una escuela, no es posible suponer que si un guiado tiene, por decirlo así, un grado de evolución 4, su guía sea del grado 30. Es más, la jerarquía espiritual implica que los propios guías espirituales puedan enfrentar situaciones o problemas que requieran por su parte una asesoría o intervención superior, para ofrecer una respuesta adecuada a su protegido.
Según la clasificación establecida por Kardec, de acuerdo a las informaciones espirituales por él recibidas, se pueden establecer tres categorías esenciales en los espíritus. La primera categoría la integrarían los espíritus imperfectos, caracterizados por el predominio de la materia sobre el espíritu y la propensión al mal; en los de la segunda categoría hay predominio del espíritu sobre la materia y del deseo del bien, y comprende los espíritus buenos; en tanto que la tercera comprende los espíritus puros, es decir, los que han alcanzado el grado máximo de perfección.
Lógicamente, sólo podremos comenzar a encontrar guías espirituales de cierto nivel entre los espíritus situados en el segundo orden, los espíritus buenos, aquellos que llegaron al medio de la escala. Entre estos, según Kardec explica en la cuestión 107 de El Libro de los Espíritus, “unos poseen la ciencia, otros la sabiduría y la bondad”, y aunque están todavía sujetos a pruebas, sus características generales son – añade el sabio francés – “el predominio del espíritu sobre la materia y deseo de hacer bien. Sus cualidades y poder para practicarlo están en proporción del grado a que han llegado, poseyendo unos la ciencia, otros la prudencia y la bondad, y reuniendo los más adelantados el saber y las cualidades morales. No estando aún completamente desmaterializados, conservan más o menos, según su jerarquía, los vestigios de la existencia corporal, ora en la forma del lenguaje, ora en sus costumbres, en las que se llega a descubrir algunas de sus manías, y a no ser así, serían espíritus perfectos.
Comprenden a Dios y el infinito – continua el Codificador – y gozan ya de la felicidad de los buenos; son dichosos cuando hacen el bien e impiden el mal, y el amor que los une es para ellos origen de una dicha inefable no alterada por la envidia, por los remordimientos, ni por ninguna de las malas pasiones, que atormentan a los espíritus imperfectos; pero todos han de sufrir pruebas hasta que alcancen la perfección absoluta.
Como espíritus, suscitan buenos pensamientos, alejan a los hombres del camino del mal, protegen, durante la vida, a los que se hacen merecedores de protección y neutralizan la influencia de los espíritus imperfectos en aquellos individuos que no se complacen en tolerarla…
A este orden – concluye Kardec – pertenecen los espíritus conocidos en las creencias vulgares con los nombres de genios buenos, genios protectores y espíritus del bien; En tiempo de superstición y de ignorancia se les ha elevado a la categoría de divinidades bienhechoras.
En este momento, nos surge una pregunta, ¿qué criterios se siguen para la elección de un guía determinado para cada ser? Michael Newton en su obra “La Vida entre Vidas”, responde así a esta cuestión:
“A menudo me preguntan si los profesores-guías se nos asignan al azar o con algún motivo concreto. Es una pregunta difícil de contestar. Los guías parecen asignársenos de una manera ordenada en el mundo espiritual. Creo que esta elección está basada en la adaptación y la integración de sus técnicas de enseñanza a la identidad de nuestras almas. Por ejemplo, he oído que existen ciertos guías jóvenes en cuyas vidas pasadas tuvieron que superar rasgos negativos difíciles a quienes se les asigna almas con las mismas pautas de conducta”.
Este otro párrafo que copiamos de la obra titulada “Canalización”, de Sanaya Román y Duane Packer, nos parece que aporta elementos clarificadores y complementarios para encontrar respuesta aceptable al interrogante planteado:
“No todas las entidades de los dominios superiores deciden ser guías…. El trabajo en otros planos de la realidad es tan variado como su trabajo en la tierra. Los guías son ciertos seres que tienen una gran habilidad para transmitir la energía de su dimensión, a la de ustedes. Se requiere de una enorme cantidad de energía de nuestro plano para llegar al de ustedes, y esto se hace con mucha frecuencia debido, al amor puro por la humanidad y la devoción a la transmisión de ideales superiores. Al alcanzar los dominios superiores, el servicio altruista para los demás es un sendero de evolución rápida…”.
En definitiva, parece ser que es el nivel de comprensión de cada espíritu lo que determina el grado del guía que se le asigna. Igualmente, se ha de tener en cuenta que no todos los espíritus en todos los momentos, pueden ejercer todas las funciones, pues estas dependen, como también hemos señalado, de su posición en la escala espiritual.
No hay correlación entre el sexo del guiado y la apariencia sexual con la que se presenta el guía. Los guías pueden aparecer como varones o mujeres, aunque en los dominios de la espiritualidad pura no hay polaridad, de forma que los guías no son hombres o mujeres tal como lo entendemos desde el punto de vista de la existencia física.
Y en cuanto al aspecto formal con que se presentan o pueden presentar los guías, es muy variable en cuanto a la raza, el atuendo y otros distintivos reconocibles; a veces se los percibe sólo como luz y color o como sonidos; otros traen ropajes como los de los antiguos monjes, o están ataviados con túnicas. Algunas personas miran a sus guías como figuras familiares que han conocido o que forman parte del imaginario de sus creencias, tales como Cristo, Buda, determinados santos, o ángeles, quienes representan gran amor y sabiduría para ellos. Los guías pueden aparecer también como pieles rojas americanos, sabios chinos, maestros hindúes, guerreros de viejas civilizaciones, así como otras numerosas apariencias, etc.
En fin, ellos, los guías espirituales, adoptarán por lo general la identidad que permita el mayor éxito en la misión que deben desempeñar, o aquella con la que cada cual pueda relacionarse con mayor facilidad.
5. PROBLEMAS DE NOMENCLATURA
El témino “ángel” deriva del latín angelus, que a su vez proviene del griego aggelos, y significa “mensajero”. Los grandes maestros del espiritismo, empezando por Kardec, relacionan en sus estudios el concepto de “guía” o “protector espiritual” con el de “ángeles guardianes” o “ángeles de la guarda”, que es parte de la tradición del Cristianismo. Teniendo bases sólidas esta relación – pues verdad es que es una misma idea básica sustenta ambos conceptos – y siendo útil incluirla oportunamente en las explicaciones que el tema demande para resaltar dicha vinculación, no es menos cierto que el uso equivalente e indiscriminado de estas dos denominaciones en el marco de la doctrina espiritista, puede suponer la introducción de confusiones interpretativas innecesarias, reverberando en el ambiente mental imágenes extrañas que tienen que quedar ya en los márgenes pasados de nuestra trayectoria evolutiva. Por ello aconsejamos a los espíritas que empleen las expresiones ”guía espiritual” o “protector espiritual” en vez de “ángel de la guarda” o “ángel guardián”; unas y otras tienen su propio y distintivo enmarque histórico y doctrinal, las cuales representan, a fin de cuentas, un nivel de conciencia completamente diferente.
Según la Doctrina Espírita, los denominados tradicionalmente como ángeles no son seres aparte y de una naturaleza especial, seres que no han reencarnado jamás, creados perfectos por Dios desde el principio para su servicio y el de la Creación. Serían, en cualquier caso, espíritus puros que han llegado a la perfección después de haber sufrido y superado toda clase de pruebas. Igualmente, las alegorías con que se los representa, incluyendo las alas, no son otra cosa que una indicación simbólica de su estatus superior y no expresión fidedigna de haber evolucionado a la categoría de pájaros celestes, como algunos admiten ingenuamente. En el lenguaje común, la expresión “ángel” se usa con frecuencia para resaltar las altas cualidades morales que adornan a algunas personas, sin que a nadie se le ocurra inferir de ahí que al aludido o aludida, sea quien sea, le estén comenzando a salir de los homóplatos asomo alguno de apéndices plumíferos.
Repetimos, creemos que cada cosa debe permanecer en su contexto y que el Espiritismo tiene palabras más “asépticas” y precisas para resaltar un elevado grado de desarrollo espiritual sin desempolvar añejas y ambiguas terminologías que a día de hoy no aportan otra cosa que confusión.
6. LA PROTECCIÓN ESPIRITUAL COMO TAREA ESPECIALIZADA
Se integran en la labor de guías aquellos espíritus que habiendo alcanzado el grado de progreso requerido, tienen, además, una inclinación natural a la enseñanza y un deseo de ayudar a otros para que hagan lo mismo.
Quienes acometen el trabajo de guías o protectores espirituales son preparados en el mundo espiritual en centros especializados en la labor que desempeñarán, lo mismo que ocurre con otras misiones particulares, como es el caso de quienes vienen al plano físico a ejercer una labor misionera como médiums, describiéndose en diversas fuentes informativas la existencia de escuelas en el mundo etéreo donde se capacita a los candidatos.
Nada de esto nos debe extrañar cuando sabemos que el mundo espiritual se rige, repetimos una vez más, por una precisa jerarquización en función del nivel de progreso de cada ser, de sus capacidades, inclinaciones y necesidades, presidiéndolo todo el orden más excelso.
Según la enseñanza y las informaciones manejadas por algunos autores, las cualidades que son propias de un guía o protector espiritual serían:
a) Actúan como compañeros sin ser demasiado indulgentes.
b) Tienen gran capacidad para motivar e infundir ánimos.
c) No juzgan.
d) No pretenden que se hagan las cosas a su modo
e) No son restrictivos ni imponen su valores
f) Nos aceptan por lo que somos como individuos, con el derecho a cometer nuestros propios errores.
Hablando de este mismo aspecto, en la obra “Canalizar”, de la autoría conjunta de Sanaya Roman y Duane Packer“, se nos dice lo siguiente:
“Los guías superiores vienen a iluminar su camino. Su único deseo es lograr su bien superior; están presentes para ayudarle con cosas tales como recordar quiénes son; perder el miedo y aprender a amarse a sí y a los demás. Ellos vienen para acrecentar su alegría y para ayudarle con su crecimiento personal y su trabajo en la tierra.
Los guías de nivel superior no le atemorizan ni incrementan su ego. No le halagan, aunque celebrarán sus progresos. Crean una sensación de conciencia expandida y una visión interior mayor. Le animan a utilizar su propia sabiduría y discernimiento, en vez de obedecer a ciegas cualquier cosa que le digan. Nunca insisten en que usted “tiene” que hacer algo ni tampoco intentan determinar un resultado directo de su vida personal. Ellos le apoyan y estimulan a desarrollar y utilizar sus fuerzas interiores y su sabiduría más profunda. Le invitarán a que no les entregue su poder. Los guías de nivel superior a menudo son humildes y reconocen que la suya no es la única verdad. Ofrecen firmes sugerencias y le ayudan a tomar sus propias decisiones. Los guías de niveles superiores pueden señalar lo que no está funcionando bien en su vida, pero lo harán de una manera que le haga sentirse poderoso y fuerte.
Los guías de nivel superior rara vez predicen acontecimientos futuros. Si lo hacen, esto es sólo porque dicha información será útil para su crecimiento o para la humanidad. Si la información que recibe del guía de otra persona le humilla o le hace sentirse mal consigo, decida si quiere aceptarla o no como cierta. Si sale de una lectura de un guía y siente temor por su vida, entonces no ha estado con un guía de nivel superior, porque ellos le dejan la sensación de haberse elevado y de encontrarse apoyado… Ellos le ayudan a verse de una manera nueva y expandida. Tenga conciencia de que usted puede convertir un mensaje estimulante en uno de menos alegría si decide escucharlo como algo negativo en vez de positivo.”
Informaciones diversas también nos llevan a concluir que entre los equipos de guías hay una distribución de funciones según su grado de progreso, que nos permiten agruparlos en tres clases básicas:
1ª) Guías primarios
2ª) Guías medios
3ª) Guías superiores
A estas hemos de sumar la categoría de los ayudantes, conformada por familiares, amigos y afines espirituales.
Los guías de nivel medio y superior normalmente dirigen a un grupo de espíritus, tanto en el mundo espiritual como en la Tierra y reciben la ayuda de otras entidades.
7. DIFERENCIAS ENTRE ESPÍRITUS GUÍAS, PROTECTORES, FAMILIARES Y AFINES
El médico norteamericano Michael Newton en el capítulo 8º de su libro “Vida entre Vidas”, obra en la que recoge extensa información sacada en sesiones de inducciones hipnóticas a cerca de treinta pacientes suyos, precisa las diferencias entre los denominados “amigos espirituales” y el “guía” propiamente dicho:
“Hay que tener mucho cuidado al interpretar la palabra ‘amigo’. Normalmente cuando un sujeto en trance habla de un amigo espiritual se refiere a una alma compañera o a un alma de su grupo, no a su guía. Las entidades que llamamos ‘amigos” están en niveles muy cercanos al nuestro. Estos amigos pueden darnos ánimos desde el plano espiritual cuando nosotros estamos en la Tierra y también pueden acompañarnos en alguna vida terrenal”.
“Los espíritus que se hallaban en buenas condiciones al dejar la Tierra, pueden proteger a los que les son queridos y les sobreviven. Mas o menos restringido es el poder del que disfrutan La situación en la que se encuentran no siempre les permite entera libertad de acción”, dijeron los espíritus que asesoraban a Kardec a una pregunta suya que podemos leer en la cuestión 508 de El Libro de los Espíritus.
En la misma obra, poco más adelante – cuestión 514 -, ocupándose de este mismo asunto, se puede leer:
– ¿Los espíritus familiares son los mismos que los simpáticos y protectores?
«Hay muchos matices en la protección y en la simpatía. Dadles el nombre que queráis. El espíritu familiar corresponde más bien al amigo del hogar».
“De las anteriores explicaciones y de las observaciones hechas sobre la naturaleza de los espíritus que se unen al hombre – observa -, puede deducirse lo siguiente:
El espíritu protector, ángel guardián o genio bueno es el que tiene la misión de seguir al hombre durante la vida y ayudarle a progresar. Siempre es de naturaleza relativamente superior a la del protegido.
Los espíritus simpáticos son los que se sienten atraídos a nuestro lado por aficiones particulares e incluso por una cierta semejanza de gustos y sentimientos, tanto para el bien como para el mal. La duración de sus relaciones se halla subordinada a las circunstancias.
Podemos tener muchos espíritus protectores. Todo hombre cuenta con espíritus, más o menos elevados, que con él simpatizan, al que le dedican afecto y por el que se interesan, como también tiene junto a sí a otros que le asisten en el mal.
Los espíritus perversos o “malos genios” se unen al hombre con la mira de alejarle del bien, pero obra por voluntad propia y no en virtud de una misión. Su tenacidad está en relación del acceso más o menos fácil que halla. El hombre es libre siempre de escuchar su voz o rechazarla.
Los espíritus familiares se unen a ciertas personas por lazos más o menos duraderos con objeto de serles útiles dentro de los límites de su poder, con frecuencia bastante limitado. Son buenos; pero a veces poco adelantados y hasta un poco ligeros. Se ocupan gustosos de los pormenores de la vida íntima, y sólo obran con permiso de los espíritus protectores o por orden suya.
8. ACTUACIÓN DE LOS PROTECTORES
8.1. Cómo ayudan los protectores espirituales
Michael Newton en su libro ya varias veces mencionado, “La Vida entre Vidas”, abunda en las informaciones que ha logrado extraer sobre la vida en el mundo espiritual con el concurso de sus pacientes. El tema de los guías espirituales está presente a lo largo de toda la obra, lo que da cuenta de la importancia que le otorgan los propios protagonistas de las experiencias. Entre las conclusiones que en torno a esta cuestión llega Newton, destaca que los guías siempre aparecen como una “fuerza creadora y afable… Son – añade – figuras indulgentes en nuestra existencia porque forman parte del cumplimiento de nuestro destino”.
Los seres espirituales ayudan a sus protegidos de diversas formas: apoyando en momentos de sufrimiento o abatimiento, ayudando en situaciones de peligro, alertando ante decisiones erróneas, ofreciendo aclaraciones y orientaciones en momentos de duda o confusión vía intuición u otras. La mayor parte de las veces, dicha ayuda es ejercida sin que los seres guiados sean conscientes de ella. Y mediante la realización de su tarea como protector, la propia entidad guía progresa o adelanta espiritualmente, es decir, evoluciona.
La manera que tienen los guías espirituales de actuar es casi siempre velada o no ostensible pues, como enseñaron los espíritus a Kardec, si siempre tuviésemos la oportunidad de contar con la ayuda directa de ellos, no obraríamos por nosotros mismos y, en consecuencia, no evolucionaríamos, para lo cual necesitamos de la experiencia. Este asunto aparece tratado en la cuestión 501 de El Libro de los Espíritus:
“La acción de los espíritus que os quieren bien está siempre regulada de manera que no os anule el libre albedrío… No viendo quien le ampara, el hombre se confía a sus propias fuerzas. Sobre él, no obstante, vela su guía y de tiempo en tiempo le ayuda advirtiéndole del peligro”.
Se aportan informaciones adicionales en la cuestión 524 de la misma obra:
“Esta acción de protección y guía velada se vale de los mecanismos psíquicos de la intuición y el presentimiento. Pero como en múltiples ocasiones hacemos oídos sordos a estas insinuaciones, también los guías usan de las personas que nos rodean para darnos consejos directos, a los que también en innumerables oportunidades nos negamos a aceptar. “Examine cada uno las diversas circunstancias felices o desgraciadas de su vida y verá que en muchas ocasiones recibió consejos que no aprovechó y que le habrían ahorrado muchos disgustos, si los hubiese escuchado”.
No nos engañemos, en nuestra situación de armonía o de sufrimiento, los únicos responsables somos, para bien o para mal, nosotros mismos.
Tampoco podemos pensar que un guía espiritual esté permanentemente al lado de su protegido como si fuera su sombra, pues hay muchos momentos en que no es necesaria su presencia. Estamos hablando más bien de una vinculación que nace de un compromiso, vinculación que incluso podrá tener sus expresiones bioenergéticas que determinan que ante una demanda de ayuda sincera de su protegido, el guía acuda espontáneamente en su socorro. Para el entendimiento más exacto de este mecanismo no hemos de olvidar que los parámetros que nos son habituales en el plano físico en cuanto a distancias, velocidades y tiempo no son aplicables a esas dimensiones sutiles de la naturaleza donde moran los seres espirituales.
8.2. Cambio de Guías
El espírito protector no queda fatalmente atado al ser que se le confió para guiar. Son frecuentes las ocasiones en que algunos espíritus dejan sus posiciones como protectores para desempeñar diversas tareas, con lo que se efectúa un cambio de guía.
8.3. Alcance y limitaciones de las tareas de los guías espirituales
No podemos esperar de nuestro guía espiritual más que motivación, apoyo, aliento aviso, y en algunas ocasiones informaciones precisas de varias formas dentro de su cometido, pero jamás pretendamos que nos vayan a “sacar las castañas del fuego”, como se dice vulgarmente. Ellos nos estimulan para el crecimiento moral y espiritual, pero no se van a inmiscuir en las cosas mundanas o en nuestros negocios materiales, ellos no son nuestros asesores bursátiles ni sentimentales, nos nos van a decir el número que va a tocar en la lotería ni con quien nos vamos a casar… Las realizaciones materiales dependen de nuestro esfuerzo personal y son, acertadas o erróneas, de nuestra responsabilidad y campo de experimentación para nuestro propio progreso.
Igualmente, no creamos que todas nuestras lamentaciones serán atendidas por el guía, cuando en realidad muchas de ellas son estériles quejas nacidas de nuestra poca madurez o expresión de infantil rebeldía ante deseos insatisfechos. No esperemos, pues, que el guía aparte las dificultades materiales de nuestro camino, ya que ellas forman parte de nuestro entrenamiento en la vida para aproximarnos paulatinamente a la madurez e iluminación espiritual.
8.4. Dificultades en las tareas de los Guías
Puede darse el caso que un espíritu protector se aleje temporalmente a su protegido por mostrarse éste rebelde a sus consejos. Se aparta cuando ve que sus recomendaciones y sugerencias son inútiles y que más fuerte en su protegido es la decisión de abandonarse a la influencia de los espíritus inferiores. Pero este abandono no es completo y de alguna manera siempre se hace oír, acudiendo presto cuando se le llama con sinceridad.
Sobre esta cuestión Michael Newton en “La Vida entre Vidas”, señala:
“Nuestros profesores no se enfadan con nosotros hasta el punto de abandonarnos, pero si he notado que tienen una manera especial de hacerse difíciles de encontrar cuando sus alumnos irritados evitan enfrentarse con los problemas. Los guías quieren únicamente lo mejor para nosotros y a veces esto significa que deben permitir que soportemos cierto grado de dolor para alcanzar objetivos concretos. No pueden prestarnos ayuda si no estamos preparados para hacer los cambios necesarios con el fin de aprovechar todas las oportunidades que la vida nos ofrece”.
La entidad conocida como Ramatis, inspiradora de una serie de interesantes pero, quizás, desiguales obras, a través de la mediumnidad de brasileño Hercilio Maes, en el libro titulado “Mediumnismo”, contesta una pregunta referida al aparente abandono en que a veces algunos guías dejan a sus guiados, en este caso a determinados médiums, aunque la contestación es de aplicación general, como veremos:
Pregunta: Si la renuncia y el amor son los atributos de las almas angélicas, ¿por qué los espíritus benefactores y amigos se apartan de nosotros, en base a nuestra ignorancia, cuando nos comportamos en forma tonta e interesada, en el intercambio mediúmnico? Cuántas veces, nosotros, encarnados, toleramos las incongruencias, los pedidos interesados y absurdos de las personas, y sin embargo los atendemos en sus indagaciones frívolas, sin que las censuremos. ¿Qué os parece nuestra consideración?
Ramatís: Los espíritus buenos sirven a sus entes queridos y encarnados, ayudándolos a cargar con su fardo kármico durante la trayectoria física. Pero la bondad y el altruismo no deben incentivar la imprudencia y pretensión de atender a todos los intereses de sus simpatizantes encarnados, pues para ser útil, la mayoría de las veces debe estar amparada por la sabiduría.
Hay casos donde los guías, aunque se sientan contrariados en sus sentimientos, necesitan adoptar providencias drásticas contra sus protegidos, dejándolos a merced de sus propias experiencias dolorosas. Aunque se diga que es preferible la bondad sin la sabiduría, a veces la bondad puede volverse insensata y dar lugar a la indisciplina o confusión”.
Argumento en la misma dirección aparece en la cuestión 498 de El Libro de los Espíritus:
“Cuando un Espíritu protector deja que su protegido se extravíe en la vida, nos es porque no pueda luchar contra los espíritus maléficos, sino porque no quiere. Y no quiere porque de las pruebas sale su protegido más instruido y perfecto. Lo asiste siempre con sus consejos, dándoselos por medio de los buenos pensamientos que le inspira, pero que casi nunca son atendidos. La flaqueza, el descuido o el orgullo del hombre son exclusivamente lo que le da fuerza a los malos espíritus, cuyo poder viene del hecho de no oponérseles resistencia”.
Así pues, los protectores espirituales se apartan temporalmente de nosotros cuando hacemos malas elecciones para nuestras vidas desoyendo pertinazmente la voz interior, pero están dispuestos a reanudar su ayuda desde que les necesitemos de verdad y pidamos su asesoramiento.
De hecho, tal como nos asegura el mundo espiritual, los mayores obstáculos psíquicos que el hombre antepone a sus amigos y mentores de la espiritualidad, nacen en la falta de humildad sincera en los corazones para el examen de su propia situación.
8.5. Duración de la tarea del Guía
¿Tendremos siempre, ad eternum, necesidad de guías espirituales? Parece ser que no, lo cual es lógico, pues en la medida en que el Ser es capaz de conducirse a sí mismo, las intervenciones de los guías se reducen y luego se hacen innecesarias.
Esta idea la vemos reflejada en la cuestión 500 de El Libro de los Espíritus, donde se nos dice:
“Cuando el Espíritu alcanza el punto de poder guiarse a sí mismo, como sucede al estudiante, para el cual llega un momento en que no precisa más de maestro, este espíritu deja de necesitar, de ahí en adelante, de su protector. Pero esto – precisa oportunamente el instructor – no se da en la Tierra.”
Desde el mundo espiritual se realizan misiones especiales de protección y guía, bien sea buscando el progreso de un colectivo o el de una área de conocimiento determinado.
Nos enseñan los espíritus por intermedio de Kardec – cuestión 518 y siguientes de El Libro de los Espíritus – que “los espíritus prefieren estar en medio de los que se les asemejan. Así se hallan más a voluntad y más ciertos de ser oídos. Es por sus tendencias que el hombre atrae a los espíritus ya sea sólo o formando parte de un todo colectivo, como una sociedad, una ciudad, o un pueblo. Por tanto, las sociedades, las ciudades y los pueblos son, de acuerdo con las pasiones y el carácter en ellos predominante, asistidos por Espíritus más o menos elevados. Los Espíritus imperfectos se apartan de los que les repelen. Se sigue de esto que el perfeccionamiento moral de las colectividades, como de los individuos, tiende a apartar a los malos Espíritus y a atraer a los buenos, que estimulan y alimentan en ellas el sentimiento del bien, como otros les pueden insuflar las pasiones groseras”.
“Las aglomeraciones de individuos, como las sociedades, las ciudades, las naciones, tienen Espíritus protectores especiales, por la razón de que esos agregados son individualidades colectivas que, caminando hacia un objetivo común, precisan de una dirección superior.”
“En cuanto a su nivel, los espíritus protectores de las colectividades pueden ser de naturaleza más elevada que los que se ligan a los individuos. Todo es relativo al grado de adelantamiento, trátese de colectividades o de individuos”.
Además, cuanto más elevado es un espíritu, la irradiación de su cuerpo espiritual – o de su Ser, si quiere decir así – es mayor. De esto podemos deducir que un espíritu de orden elevado puede tener bajo su protección a cientos o miles de encarnados, siendo este número mayor cuanto más alta es la evolución de ese maestro del espíritu, pudiendo ejercer esa protección incluso sobre un mundo y más allá, ¿por qué no?…
Hay espíritus interesados particularmente en el avance de determinadas áreas del conocimiento para el bien de la humanidad, y guían y protegen a aquellos individuos que por su trabajo, dedicación y esfuerzos, se hacen merecedores de su ayuda. En el mundo espiritual se elaboran los avances científicos, por ejemplo, de los que la humanidad dispondrá más temprano o más tarde.
Hay concepciones antiguas que ya dan idea de estas protecciones especiales. De los griegos, por ejemplo, nos viene la expresión “musa”. Las Musas eran las deidades que según la mitología griega protegían a las ciencias y las artes, e inspiraban a los poetas y artistas.
Por otro lado la expresión “Santo Patrono” designa en nuestra área cultural de tradición cristiana católica, al Santo o Santa titular de una iglesia, por lo que en consecuencia, según las enseñanzas católicas, ejerce patronazgo sobre la feligresía que depende de dicha iglesia o templo. Así, el Santo o santa elegido ejerce como protector de un pueblo o de una congregación religiosa o laica. Igualmente hay santos Patronos a los que tradicionalmente se asigna labores de protección de diversos colectivos, trabajos o áreas de actividad.
También los espíritus maestros que asesoraron a Kardec se refirieron a estas tareas especializadas de protección, como se puede ver en la cuestión 521 de El Libro de los Espíritus:
¿Pueden ciertos Espíritus auxiliar el progreso de las artes, protegiendo a los que a esas artes se dedican?, pregunta Kardec. A lo que se le responde: “Hay Espíritus protectores especiales que asisten a los que los invocan, cuando son dignos de esa asistencia. ¿Qué quieres, sin embargo, que hagan con los que juzgan ser lo que no son? No pueden hacer que los ciegos vean ni que los sordos oigan”.
10. IDENTIFICACIÓN DE LOS GUÍAS
Así como considero de gran importancia dar a conocer la realidad de los guías y protectores espirituales y en esa dirección va la charla que ofrecemos, no considero tarea urgente o prioritaria la identificación de nuestro guía particular. No lo desdeñaría si esa oportunidad se me ofreciera, pero no realizaría investigaciones exhaustivas para identificar y poner nombre a mi guía. Entiendo que no es un objetivo inmediato ni siquiera para los espíritas.
“Dadle en nombre que queráis – se nos dice sobre esto en El Libro de los Espíritus, cuestión 504 – el de un espíritu superior que os inspire simpatía o veneración. Vuestro protector acudirá a la llamada que con ese nombre le dirigís, visto que todos los espíritus son hermanos y se asisten mutuamente”.
Un inconveniente importante a la hora de pretender insistentemente, a toda costa u obsesivamente, la identificación del guía personal la podemos colegir del hecho de que casi siempre los nombres conocidos con que se identifican los protectores no son realmente las personalidades históricas que tuvieron esos nombres. Y esto no es ninguna usurpación, sino que atendiendo al llamado sincero de un encarnado por aquel que respeta y venera, se le responde por un espíritu simpático capaz de atender la solicitud.
Por otro lado, hay tal abismal diferencia numérica entre personalidades de renombre histórico y espíritus, que en modo alguno bastarían para que cada ser humano tuviera un protector “famoso”. Sobre ello en El Libro de los Espíritus los mentores espirituales de Kardec enseñan lo siguiente:
“Entre los espíritus, pocos hay que tengan nombre conocido en la Tierra. Por eso es que la mayoría de las veces ellos ningún nombre dan. Vosotros, sin embargo, casi siempre queréis un nombre; entonces, para satisfaceros, el espíritu toma el de un hombre que conociste y a quien respetáis”.
“¿Así, cuando un espíritu protector dice ser San Pablo, por ejemplo, no es cierto que sea el espíritu mismo o el alma del apóstol que tuvo ese nombre?
R. Exactamente, por cuanto hay millares de personas a las cuales fue dicho que tienen por ángel guardián a San Pablo, o cualquier otro. Más ¿qué os importa eso, desde que el espíritu que os protege es tan elevado que San Pablo?..
De aqui debemos extraer la enseñanza que independientemente del nombre que evocar asignemos a nuestro guía, él acudirá en nuestra ayuda, pues es el pensamiento el que atrae al espíritu y no los nombres.
Transcribimos a continuación estos otros párrafos de El Libro de Los Espíritus (cuestión 256) con información precisa y clarificadora sobre este mismo tema:
“La cuestión de la identidad es, pues, como dijimos, casi indiferente, por cuanto se trata de instrucciones generales, una vez que los mejores espíritus pueden substituirse mutuamente sin mayores consecuencias. Los Espíritus superiores forman, por así decir, un todo coletivo, cuyas individualidades nos son, con raras excepciones, desconocidas. No es la personalidad de ellos la que nos interesa, sino la enseñanza que nos proporcionan Ahora bien, desde que esa enseñanza es buena, poco importa que aquel que la dio se llame Pedro,o Pablo. Debe él ser juzgado por su calidad y no por sus insignias. Si el vino es malo no será la etiqueta la que lo volverá mejor.
No sucede lo mismo con las comunicaciones íntimas, porque ahí es el individuo, su persona misma, la que nos interesa; muy razonable, por tanto, es que, en esas circunstancias, procuremos certificar que el Espíritu que atiende a nuestro llamado es realmente aquel que deseamos.”
11. CÓMO CONOCER Y CONTACTAR CON NUESTRO GUÍA
¿Cómo contactar con nuestros guías? Hay que saber pedirlo, con honestidad y sinceridad, una petición que nazca de la necesidad, sin pretensiones egoístas. La oración (no confundir con el rezo) es una vía, lo mismo que la meditación, la introspección o la autohipnosis. Otra posibilidad es desarrollando la sensibilidad psíquica para percibirlos e identificarlos a través de su energía, que tendrá para nosotros un particular “registro” o “patrón” que será como una huella digital etérica.
El mundo de los sueños es también un escenario donde con frecuencia se dan encuentros con nuestro guía. Conozco muchas experiencias de sueños conscientes donde la persona se veía acompañada de un ser que situado a su lado y guiándolo en sus excursiones astrales, siendo siempre el mismo en distintas oportunidades, no podía, sin embargo, verle su rostro. A pesar de ello el registro que quedaba en la intimidad de la persona que vivía la experiencia era de confianza, sosiego y alegría, y lo que emanaba de aquel ser acompañante era amor y sabiduría.
12. CONCLUSIÓN
El tema de los protectores y guías espirituales tiene gran importancia dentro de las enseñanzas del Espiritismo, filosofía que ofrece una visión clarificadora de viejas enseñanzas que si fueron útiles en su momento dejaban al ser humano con una visión infantil de la solidaridad y la fraternidad universal.
Ser conscientes de que siempre, en todos los momentos, tenemos una mano amiga, solícita a atender nuestras peticiones de ayuda, nos debe llevar a no sentirnos solos nunca, a no sentirnos abandonados en cualquier circunstancia. Saber que hay seres que nos quieren, que se interesan por nosotros, que nos impelen al progreso incesante, nos suscita sentimientos de alegría y de agradecimiento.
Hagámonos, pues, merecedores de esa ayuda benevolente, prestemos oído a la voz interior que nos invita al encuentro de nuestra esencia, que nos alienta a esforzarnos para nuestro propio progreso espiritual. Oigamos esa voz interior que, como a Sócrates, nos advierte cuando damos un mal paso y nos empuja hacia más amplios y felices horizontes.
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